Una razón para el cambio

Me sorprendió descubrir que el consumo de carne contribuye a que personas en otras regiones del mundo no tengan suficiente para comer. Me devastó saber que cada 10 segundos un niño muere por desnutrición. ¿Cómo podemos permitirlo?

Comida

En 2014 la ONU indicó que uno de cada nueve seres humanos no tenía comida suficiente y sufría desnutrición crónica. La causa de esta tragedia es el desigual reparto de alimentos en el mundo.

Nuestro consumo de carne es en parte responsable de este hecho. Aproximadamente, el 80% de la soya y el 40-50% del maíz del planeta se destinan a alimentar a los animales en la ganadería industrial, en vez de servir como alimento a aquellos que padecen desnutrición.

Se estima que si el maíz se distribuyera de forma equitativa se podría alimentar a 3 mil millones de personas más, aparte de la población actual. Sin embargo, en vez de alimentar directamente a la humanidad con las cosechas de maíz, soya y otros vegetales, estas son destinadas a alimentar a los animales que producirán la carne para los países occidentales.

Si todas las personas del planeta siguieran la dieta occidental, necesitaríamos un segundo planeta para cubrir dicha demanda. La reducción del consumo de carne en las dietas occidentales y un reparto de alimentos vegetales más eficiente a nivel mundial podría poner fin al hambre en el mundo.

Cuando me baño, tengo cuidado de desperdiciar tan poca agua como sea posible. Ahora sé que puedo ahorrar aún más agua simplemente reemplazando la carne y otros productos animales con alternativas vegetales. Por ejemplo, se necesitan casi 16,500 litros de agua para generar 1 solo kilo de carne. ¡Cultivar la misma cantidad de papas sólo toma unos 113 litros de agua!

Agua

La producción de carne y lácteos consume una enorme cantidad de agua, un bien de gran valor y sobre todo muy limitado. La escasez de agua es un problema global que afecta a cada vez más países.

Cerca de 800 millones de personas no tienen acceso a agua limpia y potable. Aun así, a escala global gastamos un tercio de los recursos de agua dulce para la producción de carne y lácteos.

La escasez de agua es especialmente dañina para los niños, que mueren por enfermedades diarreicas que en un principio son inofensivas y fáciles de tratar. Muertes trágicas que podrían evitarse con un reparto más justo del agua potable.